viernes, 26 de agosto de 2011

Indiferencia y modernidad

Por Erica Bertoqui Valdenegro


En su libro Los 7 pecados capitales, Fernando Savater, hace una observación crítica contemporánea sobre la soberbia, la gula, la avaricia, la ira, la lujuria, la pereza y la envidia. Actualmente, no sólo son éstos 7 “pecados” los que se llevan las palmas, existen algunos más para el infortunio de hombres y mujeres.


En uno de sus cuentos Albert Camus, describe a un mendigo que mientras todos pasan caminando, sin observar su desgracia, decía: “la gente no es mala, es que no ve”.


El nuevo pecado que se integra a la lista de nuestros tiempos es la indiferencia, el pecado de la modernidad. El ser humano, creador por excelencia, con las herramientas tecnológicas a su alcance para descubrir los confines del universo y nuestro genoma, carece de visión, para poder advertir la más elemental falta de justicia y equidad dentro de nuestra sociedad que diariamente se presenta en las calles, al ser objeto de la delincuencia, violencia física y verbal, secuestros, asesinatos y tantas otras vejaciones en las que está expuesta toda la población.


En este universo poblacional, existen sectores con mayor probabilidad de ser vulnerabilizados y al mismo tiempo no encuentran una respuesta satisfactoria y expedita cuando reclaman justicia. Entre estos grupos se encuentra la comunidad lésbica, gay, travesti, transgénero, transexual e intersexual. A lo largo de la historia, éste sector ha sido blanco de prejuicios y discriminación.


En el proceso de denuncia ante un delito, el ciudadano perteneciente a la comunidad LGBTTTI, es visto por parte de las autoridades, como la persona provocadora del acto acontecido; o se le toma declaración en el acta correspondiente pero no se le considera seriamente lo expuesto por el denunciante y se retrasa su proceso judicial; o está el caso en el cual desafortunadamente la autoridad competente hace uso de sus facultades, pero existiendo el factor corruptor, los delincuentes apresuran su salida a través de influencias y el delito queda impune.


Las falsas apreciaciones, son los factores que intervienen en muchos casos al momento de impartir justicia por parte de las autoridades correspondientes. La mala información, la homofobia, la transfobia y mitos que medios de comunicación ignorantes y faltos de ética exponen como reales una serie de estereotipos, que no tienen nada que ver con los verdaderos hechos de esta comunidad; dichos medios son puentes conductores en donde las voces de la ignominia gritan apócrifas frases cubiertas por la oquedad de unas mentes que buscan comicidad barata y sin imaginación.


En una cultura donde se omite al ser humano que piensa y actúa diferente, no se le puede calificar de incluyente, democrática y justa.


La indiferencia ante el dolor humano, la indiferencia ante actos injustos, la indiferencia ante la impunidad, nos demuestra un retroceso en el desarrollo axiológico de la sociedad y de las autoridades que están encargadas de investigar, aclarar e impartir esa justicia tan anhelada.


Que no sea la indiferencia el nuevo pecado de este siglo XXI, que no se convierta la indiferencia en la nueva pandemia que ciegue, enmudezca y dañe la mente de las nuevas y actuales generaciones. Que la indiferencia no selle los labios de la verdad y la justicia.


Una nación civilizada es aquella que ofrece justicia y una posición digna a todos sus ciudadanos no importando la diversidad de pensamientos.





No hay comentarios: